Sardinel es voz que no recogen ni Covarrubias ni Autoridades. En Academia aparece, por primera vez, en la edición de 1803. La define así:

"SARDINEL.- s. m. Arq. Obra hecha de ladrillos puestos de canto. Opus laateribus oblique positis coagmentatum".

En la edición de 1884 dicen que esta voz deriva "de sardina, por semejanza con las sardinas aprensadas". En la de 1899 amplían un poco la definición:

"SARDINEL. (...) m. Arq. Obra hecha de ladrillos puestos de canto y de modo que se toquen por sus caras".

En la de 1914 añaden dos acepciones más:

"SARDINEL.- (...) m. Arq. Obra hecha de ladrillos puestos de canto y de modo que se toquen por sus caras.// Arq. V. Citarilla sardinel.// And. Escalón de entrada en una casa o habitación".

Nos vamos a ver la citarilla sardinel, que Academia incluye en su Diccionario a partir de la edición de 1884:

"CITARILLA SARDINEL.- Arq. Paredilla divisoria hecha de ladrillos puestos alternativamente de plano y de canto ú oblicuamente, dejando espacios que quedan vacíos ó se rellenan algunas veces con mezcla".

En la edición de 1925 dicen:

"SARDINEL.- (Del cat. sardinell, sardina, por semejanza con las sardinas aprensadas.) m. Arq. Obra hecha de ladrillos sentados de canto y de modo que coincida en toda su extensión la cara de uno con la del otro. Cornisa, escalón, hecho a SARDINEL. // 2. Arq. Citarilla sardinel. // 3. And. Escalón de entrada de una casa o habitación".

En la edición de 1970 incluyen una nueva acepción:

"4. Col. Escalón que forma el borde exterior de la acera".

En la 23ª edición, última consultada, la voz que estamos estudiando queda definida de este modo:

"SARDINEL.

Del cat. sardinell ´sardina´, por semejanza con las sardinas prensadas.

1. m. Constr. Obra de albañilería hecha con los ladrillos colocados de canto, en posición vertical, adosados por sus caras. Cornisa, escalón, hechos a sardinel.
2. m. And. Escalón de entrada de una casa o habitación.
3. m. Col. y Perú. Escalón que forma el borde exterior de la acera.

Citarilla sardinel".

Los diccionarios consultados habitualmente se atienen a lo dicho por Academia.

El Diccionario de Americanismos dice.

"sardinel.
I. 1. m. Co, Ve, Pe. Escalón que forma el borde exterior de la acera.
2. Co. p. u. Banqueta".

El Manuel Seco recoge la primera acepción de esta voz y la ilustra con dos ejemplos de dos obras de Juan Benet, el libro de relatos "Nunca llegarás a nada" y la novela "Volverás a Región":

"SARDINEL. m. (Arquit.) Obra de ladrillos puestos de canto o tocándose por las caras mayores. Frec. en la constr. en , o a- .// Benet, Nunca, 112: La tumba estaba muy sucia, pero intacta; el dibujo surgió de nuevo en la memoria: era una gran losa de mármol sobre un sardinel al nivel del suelo. Benet, Volverás, 44: De pronto una barranca, en la que se pone de manifiesto la naturaleza hermética e impenetrable de la terraza, formada de esquistos, pizarras y cuarcitas, gredas feldespáticas de color de ladrillo recocido y colocadas en sardinel".

En Hablas Andaluzas  leemos estas tres:

"SARDINEL.- escalón de entrada de una casa o habitación. (...) 2. Escalón, que está debajo del umbral. (...) 3. especie de tablero situado encima de la caldera del horno del alfarero. (...)".



El "Diccionario de las Nobles Artes para Instruccion de los Aficionados, y uso de los Profesores" (Imprenta de D. Antonio Espinosa. Segovia, 1788), obra de don Antonio Rejón de Silva, define de esta manera la voz sardinel:

"SARDINEL. s. m. A. Los ladrillos sentados de canto, y cortados en debida forma para figurar las molduras de una cornisa, imposta, etc. y así se dice jamba ó cornisa hecha a sardinel".

Cita un párrafo de la obra del padre agustino descalzo  fray Lorenzo de Nicolás, titulada "Arte y Uso de Arquitectura...." (4ª impresión. Por Placido Barco Lopez. Madrid, 1796). Se encuentra en el capítulo LXVII del tomo primero que "Trata de la suerte que se han de labrar los estanques, cisternas, y aljibes, y del conservar las aguas en ellas". Comienza así:

"Aumentan grandeza los estanques; y asi dice Xenophonté, que á los Reyes de Lacedemonia, para mayor grandeza les hacían un estanque, de que también han adornado nuestros Católicos Reyes todas sus casas, pues en ninguna de ellas vemos les faltan estanques con mucha abundancia de agua, y grandes sobre manera; y asi los vemos en la Casa del Campo, y Buen Retiro en Madrid, y en las demás Casas Reales los hay semejantes; y á su imitación, los mas de los Príncipes de España los tienen, donde se coge abundancia de pescado, divirtiéndose en ellos con el exercicio de la pesca. En el labrar los estanques y cisternas son muy semejantes, pues su fin es uno, que es detener el agua, y asi lo que se requiere para labrar el uno, se requiere para labrar el otro. De uno de tres materiales se acostumbra á labrar, que es, ó de piedra menuda, que llamamos ormigon, ó argamasa. Otro es de ladrillo Otro es dé piedra crecida, con abundancia de cal en uno y en otro: mas este último no es tan seguro para detener el agua como los dos: y aun de estos hay ventaja entre el ormigon, y el ladrillo; y asi, según me enseña la experiencia, tengo por mejor el que es hecho de ormigon, ó argamasa, que el que es hecho de ladrillo. Para labrar el estanque de argamasa, tendrás prevenida gran cantidad de piedra menuda, que no sean mayores que huevos; y dispuesto el lugar donde ha de ser el estanque, le echarás de suelo, por lo menos un pie, según $u grandeza fuere: y lo harás echando un lecho de cal, y otro de pedrezuelas, pisándolos muy bien á pisón, y con abundancia de agua. Si el sitio donde se planta el estanque fuere de tierra movediza, hincarás muchas estacas con muchos sarmientos, de la suerte que diximos en el capítulo veinte y quatro, para que hagan una igualdad con firmeza en el sitio. Enrasado el suelo, harás unas tapias de tierra por la parte de afuera de la pared, que ha de quedar en el estanque, y otra por la parte de adentro; de suerte, que entre una y otra pared quede el grueso que ha de tener la pared del estanque, que será de grueso por la séptima parte de su ancho, como no exceda de cinquenta pies, que excediendo, te aconsejarás de prudentes Maestros. Y lo dicho se entiende no teniendo terraplenos que le acompañen por de fuera, que teniéndolos, menos grueso requiere. Después irás macizando á pisón, con sus lechos de cal, y piedra, el hueco de entre una y otra pared, hasta que llegue á lo alto que requiere que tenga el estanque. El remate de encima será, ó de piedra, ó de ladrillo de canto, que comunmente llamamos sardinel; y si fuere de piedra, será de lo mas largo que ser pudiere, fortaleciéndolas con sus drapas de hierro emplomadas".
(Págs. 181-182)

El matemático don Benito Bails recogió está voz en su "Diccionario de Arquitectura Civil", obra póstuma publicada en Madrid el año 1802. La define de este modo:

"SARDINEL. s. m. Los ladrillos asentados de canto y cortados en debida forma para figurar las molduras de una cornisa, imposta, etc.; y así se dice: jamba ó cornisa hecha á Sardinel".

Martín Fernández de Navarrete identifica esta voz con la sardineta en su "Diccionario marítimo Español":

"SARDINETA.- s. f. Man. Segun unos, es un cabo delgado, formado de tres filásticas, y destinado para cosiduras, garganteaduras y otras cosas semejantes. Según otros, consta de tres cordones de á dos hilos que se colchan y se les da sobrevueltas; y sirve para los mismos usos en punto mayor. Aun otros dicen que es una piola compuesta de dos hilos de segunda suerte. Los primeros añaden que se llama tambien saula y meollar; más véase lo dicho ú observado en estas dos voces. En el arsenal de Cádiz no le llaman sino sardinel, no obstante de que Zul. en su Cartilla Marítima le dice sardineta. (...)"

Esteban Pichardo, en cambio, identifica la voz sardinel o sardinet con pretorio, cuyo significado es este:

"PRETORIO. N. s. m.- En Cuba se da este nombre a la obra de mampostería más o menos levantada hasta la altura de la puerta, con escaleras para subir y bajar al piso de la calle, a causa de la desnivelación del terreno, que se va peinando, o bien por la costumbre que hay en la poblaciones de la Vueltarriba de sentarse allí por las tardes. En Puerto-Príncipe, donde tambien los hay, aunque el piso es llano, se llaman Quicios. En la parte occidental los rarísimos que se encuentran son conocidos por Pretiles; pero en las ciudades más arregladas como la habana y Matanzas, donde son prohibidos, las aceras están niveladas y embaldosadas por el tránsito de a pié, y se dice Sardinel o Sardinet. En Villaclara Calzada. Sin embargo, ninguna de estas vozes es propia o de exacta significacion".
("Diccionario Provincial, casi razonado, de vozes cubanas")

Don Julio Cejador y Frauca incluyó esta voz en el tomo sexto de  su obra "Origen y vida del lenguaje":

"Sardin-el, cuerpo de albañilería con ladrillos perpendiculares sentados por su canto en vez de por su tabla, con tendel entre ellos el menor posible. A sardinel, poner los ladrillos tiesos ofreciendo su llano de arriba abajo, cual sardinas en banasta. F. LOR. I, 67: El remate de encima será ó de piedra ó de ladrillo de canto, que comúnmente llamamos sardinel. 
Canalita en lo bajo de una compuerta (Cádiz); de sardin-o".

Fotografía: Ángel Arteaga (c)

Una detallada descripción de esta técnica constructora nos la brinda el gran Juan de Villanueva en su obra "Arte de Albañilería, ó Instrucciones para los jóvenes que se dediquen á Él..." (Francisco Martínez Dávila. Madrid, 1827) Se da la curiosa circunstancia de que se publicó póstumamente bajo el nombre de Don Pedro Zengotita Vengoa, alumno suyo y, más tarde, arquitecto, y académico de la Real de San Fernando, pero luego se imprimió  una nueva edición con la autoría del célebre arquitecto del Museo del Prado.
El capítulo que nos interesa de esta útil obra es el XII. Lo titula "De la construccion de fajas, resaltos, impostas, cornisas, etc. de Albañilería de ladrillo". El texto es un poco largo, para lo que suele ser habitual en este blog, pero interesante:

"Cuando en la construcción de Albañilería acontece el tener que forjar con el ladrillo los ornatos que componen los órdenes, ú otros de idea particular, ya sea que se coloquen al interior, ó al exterior para la hermosura de los edificios, criados unidamente con las paredes, son de mas duración, y muchas veces al exterior se dejan sin guarnición alguna, y no por esto pierden su gracia, antes bien se manifiesta en ellos la habilidad, limpieza y conocimiento del albañil que los trabaja, pues la trabazón y formación de las molduras y planos, retundidos, resaltados y demás adornos caprichosos de que se componen, tanto si se hacen con los ladrillos simples como con otros fabricados á propósito, que formen por su canto ó tabla los perfiles y cortes necesarios para componer el cuerpo, moldura d plano que se desea fabricar, piden todo el conocimiento y reflexión de un albañil práctico y ejercitado, y aunque el prevenir todos los casos que pueden ocurrirle en estas construcciones es difícil, no obstante, diré lo que baste para que en lo que pueda ofrecérsele obre con alguna mas razón y conocimiento. 
 Todo lo mas difícil en estos trabajos consiste en que la parte que se debe formar salga inmediatamente perceptible en su determinada forma, sin la ayuda de guarnición de cal, yeso ú otro material, y que esta parte sea tan unida y asegurada con el cuerpo total de la pared, que  no pueda en ningún tiempo separarse ó desprenderse; todos los resaltos y molduras que vuelan poco, y que su vuelo no exceda de la mitad del largo del ladrillo común que se usa en las obras, no tiene reparo alguno, y es fácil su trabazón; pero todos aquellos cuerpos muy volados, son difíciles y casi imposibles de construirse con el ladrillo común, por lo que se hace preciso fabricar ladrillo á propósito, de la forma y largos y anchos necesarios para que se trabe y atizone con la demás fábrica.
Si los ladrillos que se fabrican de nuevo están arreglados por su canto ó tabla á los perfiles de los cuerpos que se deben formar con ellos, el albañil menos tendrá que hacer en el asiento, pues con sola la atención de colocarlo á nivel y alineación perfecta con la pared, sin perder de vista la trabazón, habrá cumplido; pero si los cuerpos se fabrican con el ladrillo común, tendrá la pena de irlos cortando y reduciendo á la forma y figura necesaria, á no ser que esta operación se prevenga y ejecute por distinta mano, como se hace con el agranillado. 
La ejecución de todos estos cuerpos hácense con hiladas horizontales mezclada a las veces, y según sea necesario, ó con otros perpendiculares que llamamos á sardinel, esto es, que los ladrillos como se habían de colocar sentados por su tabla, se colocan por su canto, y ajustan unos con otros, dejando entre ellos un tendel perpendicular lo mas delgado que se pueda. Esta cinta ó cuerpo así formado es de más resistencia que una hilada horizontal, y por esto se acostumbra echar en peldaños, para guarnecer  y rematar una pared descubierta, para una faja ó imposta volada, y para un gociolator 6 alero. 
El empotre de unos ladrillos con otros por la mezcla que se introduce en sus poros y desigualdades, forman un cuerpo firme, que no se podría hacer con las hiladas horizontales; con estos dos modos de sentar ladrillo se componen todas las molduras que se desean, sean cornisas, impostas etc. 
Como por ejemplo, para una simple faja ó imposta se hace un sardinel volado sobre la hilada horizontal bien enrasada y anivelada. Si la marca del ladrillo es mayor que la imposta, se corta lo necesario por alto y largo, y la caja ó corte hecho se coloca hacia abajo; si la imposta es mayor, ó se suple la altura cuando es poca con una hilada, aunque en ella haya que rozar algo, ó cuando es demasiado, con dos ó mas hiladas; y si cabe se hace el sardinel de dos altos ó alto y medio de ladrillo. La hilada horizontal á la parle de arriba es muy úttil, pues cubre los tendeles del sardinel, y resguarda de poderse descarnar; no es tan útil a la parte de abajo, pues el canto del ladrillo está mas expuesto á perecer.
Si las impostas ó fajas llevan molduras, éstas se cortan y forman por la tabla del ladrillo, y se sientan á sardinel como se ha dicho; cuando estas impostas son grandes, se componen por lo regular de hiladas horizontales y sardineles, y con aquellos se pueden formar las partes menores de la moldura.
 Las cornisas  se forman del mismo modo, bien que por su demasiado vuelo piden mas atención. En la trabazón la primera parte de éstas sobre el enras de la pared, que por lo regular suele ser un cuarto bocel ó gola y dos listelos, hecho el primero de estos con hilada horizontal. La gola ó cuarto bocel se hace con dos ó tres hiladas horizontales, cortando el ladrillo por el canto lo necesario, ó bien con un sardinel que tenga el perfil de la gola ó cuarto bocel; para el segundo listelo se hace otra hilada á nivel, volada lo necesario, y que en ésta es preciso tener la prevención de sentad el ladrillo de tal modo que en el interior de la pared quede el tizón del sardinel trabado y cubierto de la hilada, todo lo que permite la marca del ladrillo. Sobre este enras se sienta Ja segunda parte, que es el gociolator ó alero, y como éste debe volar lo proporcionado á lo que tal vez no alcanza el ladrillo común; para forjar éste es preciso fabricar el ladrillo de distinta marca y de mayor largo, á fin de que atizone lo necesario que debe considerarse entre mitad y tercio: esto es, que si el gociolator vuela del listelo ó última hilada de la primera parte de cornisa forjada hasta el plano de afuera ó goterón un pie, el ladrillo debe tener de dos pies á tres, para que sentado á sardinel, y trabado por su tizón con la hilada superior, quede firme; y para esto será muy del caso entrelazar este sardinel por su tizón con otros ladrillos que continúen todo el enras hasta lo mas interior de la pared, para que con la hilada horizontal que le sucede quede todo trabado. Sobre el gociolator se echa por lo regular un listelo etc.: cuando éste no sale en el sardinel, se forma en la hilada horizontal que trabe éste, y sobre él se coloca la gola etc.  úlltima parte de la cornisa, con la prevención de rematar y enrasar con hilada horizontal para sobrecargar la teja , pizarra , plomo etc".
(Págs. 50-54)

Este capítulo lo cita entero el abogado del Colegio de Madrid, Don Pascual Perier y Gallego en su obra "Tesoro de Albañiles ó Guía Teorico-Practico-Legislativa de Albañilería" Imprenta de Antonio Martinez. Madrid, 1853)
Ricardo Marcos y Bausá, un arquitecto implicado en la construcción de la Ciudad Lineal de Madrid, el gran proyecto inconcluso de Arturo Soria, es tambien el autor de un "Manual del Albañil", del que hemos extraído los siguientes párrafos:

"Los muros en rampa se construyen de la misma manera que queda dicha, sin más diferencia que hay que formar la coronacion ó rampa con un sardinel de ladrillos, sentado perpendicularmente á la línea de terminacion; si el grueso del muro es de un pié, el sardinel se hace con un sólo ladrillo, (...); pero si es mayor, el largo de éste no cuaja ó alcanza, y para conseguirlo se aumenta el sardinel, trabando entre sí los ladrillos; con el objeto de que la obra sea más duradera, en el punto más bajo del muro, se pone un sillar de piedra con un corte plano para que en él apoye el sardinel".
(Cap. XII: "Fábricas de ladrillo" Art. º: "Muros y paredes"; pág. 147)

"Las escaleras de fábrica de albañilería, se hacen con ladrillos puestos á sardinel, recibidos con mortero, sobre una ó dos hiladas de plano, segun la altura que hayan de tener los peldaños. Tambien se hacen sentando lós ladrillos en hiladas. horizontales de plano, hasta poco ménos de dicha altura, formando la huella con baldosas, y la arista viva saliente de cada peldaño con un liston grueso de madera recibido en la fábrica, para evitar el desmoronamiento de aquellos materiales con el continuado roce. 
Es preciso tener la precaucion, al construir las escaleras, de que la altura y huella de los peldaños sea la misma en cada tramo, porque si no, se producen al subirlas ó bajarlas ciertas conmociones ó choques muy desagradables".
(Cap. XVIII: "Obras lijeras y accesorias" - "Escaleras"; pág. 215)

Fotografía: Ángel Arteaga (c)

Sardinel no es una voz muy frecuentada por los escritores españoles. Es más usual verla en textos de autores sudamericanos. Gabriel García Márquez la puso en algunas de sus novelas y cuentos.
En "Crónica de una muerte anunciada" escribe:

" Próspera Arango, la cachaca, le suplicó que hiciera algo por su padre que estaba agonizando en el sardinel de su casa, inmune a la bendición fugaz del obispo. «Yo lo había visto al pasar -me dijo mi hermana Margot-, y ya tenía cara de muerto.» Cristo Bedoya demoró cuatro minutos en establecer el estado del enfermo, y prometió volver más tarde para un recurso de urgencia, pero perdió tres minutos más ayudando a Próspera Arango a llevarlo hasta el dormitorio. Cuando volvió a salir sintió gritos remotos y le pareció que estaban reventando cohetes por el rumbo de la plaza. Trató de correr, pero se lo impidió el revólver mal ajustado en la cintura. Al doblar la última esquina reconoció de espaldas a mi madre que llevaba casi a rastras al hijo menor".
(Págs. 174-175)

En "El general en su laberinto" leemos:

"Ante ese estado del mundo, el general pastoreaba el insomnio caminando desnudo por los cuartos desiertos del viejo caserón de hacienda transfigurado por el esplendor lunar. La mayoría de los caballos muertos el día anterior habían sido incinerados lejos de la casa, pero el olor de la podredumbre seguía siendo insoportable. Las tropas no habían vuelto a cantar después de las jornadas mortales de la última semana y él mismo no se sentía capaz de impedir que los centinelas se  durmieran de hambre. De pronto, al final de una galería abierta a los vastos llanos azules, vio a Reina María Luisa sentada en el sardinel. Una bella mulata en la flor de la edad, con un perfil de ídolo, envuelta hasta los pies en un pañolón de flores bordadas, y fumando un cigarro de una cuarta".
(Pág. 30)

En "El otoño del patriarca" dice:

"...cuál eres tú de estas mujeres que cabecean en las salas vacías ventilándose con la falda despatarradas en los mecedores respirando de calor por entre las piernas mientras él preguntaba a través de los huecos de la ventana dónde vive Manuela Sánchez de mi rabia, la del traje de espuma con luces de diamantes y la diadema de oro macizo que él le había regalado en el primer aniversario de la coronación, ya sé quién es, señor, dijo alguien en el tumulto, una tetona nalgoncita que se cree la mamá de la gorila, vive ahí, señor, ahí, en una casa como todas, pintada a gritos, con la huella fresca de alguien que había resbalado en una plasta de porquería de perro en el sardinel de mosaicos, una casa de pobre tan diferente de Manuela Sánchez en la poltrona de los virreyes que costaba trabajo creer que fuera ésa, pero era ésa, madre mía Bendición Alvarado de mis entrañas, dame tu fuerza para entrar, madre, porque era ésa, había dado diez vueltas a la manzana mientras recobraba el aliento, había llamado a la puerta con tres golpes de los nudillos que parecieron tres súplicas, había esperado en la sombra ardiente del saledizo sin saber si el mal aire que respiraba estaba pervertido por la resolana o la ansiedad..."
(Pág. 76)

 "Un señor muy viejo con unas alas enormes" lo subtituló el gran García Márquez como un "cuento para niños". Lo que relata se mueve entre la sátira y la parodia. Escribe en él:

"Los dueños de la casa no tuvieron nada que lamentar. Con el dinero recaudado construyeron una mansión de dos plantas, con balcones y jardines, y con sardineles muy altos para que no se metieran los cangrejos del invierno, y con barras de hierro en las ventanas para que no  se metieran los ángeles".
(Pág. 264)

"Memoria de mis putas tristes" es un libro que no le gusta a Lucía Etxebarría. Piensa que idealiza y glorifica la práctica de lo pedofilia y que, a su modo, lo que escribió el Premio Nobel de Literatura es una apología de la explotación infantil y de la violación. Los párrafos que nos interesan de esta novela se encuentran en el capítulo primero:

"Me adentré en un barrio de pobres que no tenía nada que ver con el que conocí en mis tiempos. Eran las mismas calles amplias de arenas calientes, con casas de puertas abiertas, paredes de tablas sin cepillar, techos de palma amarga y patios de cascajo. Pero su gente había perdido el sosiego. En la mayoría de las casas había parrandas de viernes cuyos bombos y platillos repercutían en las entrañas. Cualquiera podía entrar por cincuenta centavos en la fiesta que le gustara más, pero también podía quedarse bailando de gorra en los sardineles. Yo caminaba ansioso de que me tragara la tierra dentro de mi atuendo de filipichín, pero nadie se fijó en mí, salvo un mulato escuálido que dormitaba sentado en el portón de una casa de vecindad".
(Pág. 11)

Marío Vargas Llosa escribió esta voz en varias de sus obras; por ejemplo,   en "Los jefes" :

"El grupo que nos rodeaba iba creciendo. Sentados en los sardineles y en los bancos rotos, y los demás transitando aburridamente por los pequeños senderos asfaltados del parque, nadie, felizmente, intentaba ingresar al colegio. Repartidos en parejas, los diez encargados de custodiar la puerta principal, tratábamos de entusiasmarlos: "tienen que poner los horarios, porque si no, nos fríegan. Y a ustedes también, cuando les toque".
(Cap. 5; págs. 24-25)

En su primera novela titulada "La ciudad y los perros" aparece  en tres ocasiones. A saber:

"El Parque Salazar está lleno de gente. Apenas franquean el sardinel que contornea los pulidos cuadriláteros de hierba, que a su vez circundan una fuente con peces rojos y amarillos y un monumento ocre, Alberto y Emilio cambian de expresión: sus bocas se despliegan ligeramente, los pómulos se recogen, las pupilas chispean, se inquietan, en una media sonrisa idéntica a la que aparece en los rostros que cruzan. Grupos de muchachos se mantienen inmóviles, apoyados en el muro del Malecón y contemplan la rueda humana que gira al borde de los cuadriláteros, dividida en hileras que circulan en direcciones opuestas".
(Pág. 86)

"Alberto se aleja por la avenida, entre el dédalo de coches estacionados con el parachoque tocando el sardinel del Parque. Va hasta Diego Ferré y tuerce. La calle está vacía. Camina por el centro de la pista, a trancos largos. Antes de llegar a Colón escucha pasos precipitados y una voz que lo llama por su nombre. Se vuelve. Es el Bebe".
(Pág. 88)

"Alberto se aparta de la rejilla y se aproxima a la puerta del calabozo, que comunica con la sala de guardia: el teniente Gamboa está inclinado sobre el teniente Ferrero y le habla en voz baja. Los soldados se restregan los ojos, se desperezan, toman sus fusiles, se aprestan a abandonar la Prevención. Por la puerta, se ve el comienzo del patio exterior y el sardinel de piedras blancas que circunda el monumento al héroe. Por allí deben estar los soldados que van a entrar de servicio junto con el teniente Ferrero. Gamboa sale de la Prevención sin mirar el calabozo. Alberto escucha silbatos sucesivos y comprende que, en los patios de cada año, se organizan las formaciones. El cabo continúa en la cama y ha vuelto a cerrar los ojos, pero ya no ronca".
(Pág. 114)

Ramón Guarda Parera nos enseña en este vídeo, que colgó en Youtube, el modo de hacer un arco a sardinel:

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